Think Tank de Tercera Posición Cientificista
Defender el futuro no es una elección, es la responsabilidad más grande de nuestra generación.
En el amplio mapa ideológico que organiza las distintas orientaciones políticas, las posiciones tradicionales de derecha e izquierda han dominado durante siglos las disputas sobre cómo debe estructurarse la sociedad. Sin embargo, a lo largo del tiempo también han emergido diversas terceras vías que buscan conciliar o superar estas posiciones históricas. Una de las propuestas contemporáneas más relevantes y todavía poco exploradas es la llamada tercera vía cientificista, que no se alinea con los viejos ejes de libertad o igualdad ni con proyectos nacionalistas o postmodernos, sino que se centra en la eficiencia, la eficacia y la expansión de la civilización humana como principios rectores. Esta alternativa se presenta como una ruptura con las ideologías tradicionales, apostando por la aplicación rigurosa del conocimiento científico y tecnológico como herramienta para transformar las sociedades hacia formas más racionales y óptimas de organización.
Lee el texto «Cientificismo: la Tercera Vía al futuro» de Piero Gayozzo.
La clásica división política de la historia ¿será suficiente?
La distinción entre derecha e izquierda tiene su origen en la Revolución Francesa, cuando los defensores del orden establecido se sentaron a la derecha del rey y los reformistas a la izquierda. Desde entonces, la derecha política ha defendido como valor central la libertad negativa, entendida como la ausencia de restricciones externas. Sus grados varían desde el liberalismo clásico, que promueve el libre mercado y la propiedad privada, hasta el libertarismo radical, que busca reducir al mínimo el papel del Estado. Por su parte, la izquierda política ha puesto su foco en la igualdad, que puede entenderse en términos sociales, económicos, culturales y legales. Las expresiones de la izquierda van desde la socialdemocracia clásica, que acepta el mercado pero lo regula intensamente para garantizar derechos sociales y redistribución, hasta el comunismo revolucionario y el anarquismo, que persiguen la eliminación de las jerarquías estructurales. Es importante señalar que ideologías como el conservadurismo y el nacionalismo no son doctrinas políticas completas, sino ideologías de segundo orden que pueden combinarse tanto con agendas de derecha como de izquierda, dependiendo del contexto histórico y cultural.
El desafío de ocupar el centro más allá de izquierda y derecha
A lo largo de la historia, varias terceras vías han intentado ocupar un espacio alternativo a estos polos tradicionales. Uno de los ejemplos más conocidos es el fascismo, una ideología palingenésica y ultranacionalista que buscó el renacimiento mítico de la nación. Aunque a veces se le confunde con la derecha, el fascismo es conceptualmente distinto porque antepone el mito y la voluntad nacional por encima de la libertad o la igualdad, y no se basa en principios liberales ni igualitarios. Lo característico del fascismo no es simplemente su autoritarismo o su violencia, sino su irracionalismo fundamental, que se manifiesta en el rechazo explícito de la racionalidad moderna, del pensamiento crítico ilustrado y de los valores de la ciencia, en favor de la tradición, el mito y la exaltación sentimental del pasado. El fascismo abraza lo irracional, no como defecto sino como principio: considera que las pasiones colectivas, el sacrificio y la obediencia ciega a la nación o al líder son superiores a cualquier cálculo racional.
Otro ejemplo de tercera vía es la socialdemocracia de Anthony Giddens, que se diferencia radicalmente de la socialdemocracia clásica de la izquierda. Mientras que la socialdemocracia tradicional pone el énfasis en la redistribución económica, la protección social y la igualdad como eje moral, la propuesta de Giddens —popularizada por políticos como Tony Blair y Bill Clinton— busca adaptar la socialdemocracia al mundo globalizado y competitivo. Esta nueva socialdemocracia ya no se obsesiona con la igualdad material, sino que promueve la responsabilidad individual, la modernización del Estado y la colaboración con el mercado para alcanzar objetivos sociales. Es una tercera vía que intenta actualizar la política al contexto neoliberal sin caer en el laissez-faire, pero aún sigue operando dentro del marco de la dignidad humana y los valores tradicionales de la democracia liberal.
Eficiencia y eficacia como fundamentos de la nueva civilización
El centro o tercera vía cientificista representa una ruptura más profunda que las clásicas terceras vías. Su núcleo no está en la libertad, la igualdad, la nación, la dignidad o los derechos humanos —valores que considera contingentes o incluso limitantes cuando se convierten en dogmas inamovibles—, sino en la búsqueda de la eficiencia y la eficacia como motores centrales del progreso civilizatorio. Los valores nucleares del Centro o Tercera Vía cientificista son la eficiencia y la eficacia. Desde este enfoque, la política no debe guiarse por pasiones, tradiciones ni sentimentalismos, sino por la optimización de sistemas sociales, la maximización del bienestar medible y la expansión del conocimiento y de las capacidades humanas. La tercera vía cientificista confía en la ciencia y la tecnología como los mejores instrumentos para resolver los problemas sociales, económicos y culturales, y promueve la epistocracia, es decir, la idea de que los más informados y técnicamente capacitados deben tener mayor influencia en la toma de decisiones políticas.
El cientificismo está estrechamente relacionada con el transhumanismo, que busca superar las limitaciones biológicas humanas mediante la ingeniería genética, la inteligencia artificial y las tecnologías emergentes, y con el postnaturalismo, que plantea la transformación consciente de la naturaleza para beneficio humano. Mientras que el fascismo es irracionalista por su culto al pasado y su rechazo a la modernidad, y la socialdemocracia postmoderna se pierde en debates identitarios y en el relativismo cultural, la tercera vía cientificista rechaza tanto las emociones desbordadas como el dogmatismo ideológico, apostando por un modelo de civilización basado en el cálculo racional, la experimentación y la mejora continua.
En resumen, la tercera vía cientificista no busca regresar al pasado ni perpetuar las luchas del siglo XX entre izquierda y derecha. Su mirada está puesta en el futuro, en la Ultramodernidad, y en cómo construir sociedades que funcionen mejor, sean más resilientes y estén orientadas al progreso medible y verificable. Es una propuesta que desplaza la discusión desde los valores tradicionales hacia la pregunta: ¿Qué es lo que realmente funciona y nos hace avanzar?
Cada vacuna, cada satélite, cada avance nos aleja del caos. y la irracionalidad es el gran obstáculo entre .